martes, 12 de abril de 2011

Me quedo aquí

Estudiando para mi examen final de "Filosofía y cine", encerrado en mi habitación me ha dado por buscar en el disco duro del ordenador algunas fotos que me sacaran de casa sin moverme de la silla. Mis dedos me han llevado directos hacia las fotografías que tomé en aquél viaje con bicicleta por el Oeste de Islandia en el ya lejano Julio del pasado año. Un escalofrío me ha recorrido la espalda. Me han vuelto a la cabeza todas las propuestas y los sueños que tuve en aquél viaje. Muy pocos de ellos los he llevado a cabo. Ni tengo más autonomia en las técnicas de montaña, ni me siento cómodo estando solo en la naturaleza, ni escribo mejor, ni soy tan fuerte ni tan ágil cómo desearía, ni he leído todo lo que tenía que leer, ni le he sacado el jugo a esta isla, ni - sobretodo - le he perdido todo el miedo al hospital. La angustia de la pared nívea y de la niebla repentina siguen ahí. Este pedazo de lava en el Atlántico Norte tiene mucho que ofrecerme aún. Estuve viajando el pasado fin de semana por las mismas carreteras que recorrí con el vaivén de mis piernas. ¿Cómo voy a dejar todo esto aquí? Aún no me he acabado de construir con la argamasa boreal. Me queda camino. Me esperan las charlas con los profesores a los que me he acercado, la formación en técnicas de montaña en el grupo de rescate, el intento de acercarse a la música con el ibicenco, las lecturas que me aguardan en la mesa, los relatos que me quedan por escribir con los pies cansados y trillados por rutas recorridas en soledad. Demasiado por vivir. Aún no puedo volver.



















Mi montura (y sus 28kg de equipaje) esperando para atacar una de las subidas con bici más duras de mi vida. Allí arriba me esperaban locura, niebla, viento y monólogo conmigo mismo.