sábado, 19 de junio de 2010

Mediterráneo helado

El simposio platónico tuvo ambición de ser universal y con los años aquellas palabras amenizadas por las cráteras se extendieron por todo el mundo que, de una manera u otra, iba guardando relación con la Grecia Clásica.

El banquete fue tan universal que pudo salir del ambiente mediterráneo en el que había sido llevado a cabo y viajó, muchos siglos después, hasta los confines del Océano conocido, la Última Thule de los germanos.

¿Cómo pudo un banquete ateniense, tan circunscrito a su ámbito, devenir en algo universal? Puede decirse que, en este caso, Platón se realizó enteramente como ático. En otros diálogos, quita el velo a lo aparente pero la ἀλήθεια que surge sigue estando embebida, cómo humano que es, en su contexto. En el banquete todo adquiere un tinte diferente, los matices siguen siendo áticos pero la esencia es puramente humana. Platón une a través del texto las dos ambiciones propias de lo humano: el anhelo de trascender y la vida en lo inmediato. El ἔρως platónico y el ἔρως sáfico. Lo realizable en la trascendencia y lo realizado en lo inmediato.

Lo sáfico es lo que desea ser realizado ahora, en este mundo, lo que se desvive por ser poseído y por poseer. Lo platónico es la tendencia a realizarse en la unión con lo nunca alcanzado, con el recuerdo de lo que fue y jamás será. En eso estriba el amor más excelso que, a su vez, es el más real: la constante búsqueda de la unión, de aquello que, por faltarnos, nos hastía. La satisfacción, la verdadera satisfacción se halla en la batalla perdida por lograr reunirse con lo perdido. Ahora bien, lo sáfico no es descartado. El camino hacia la búsqueda surge de lo encontrado, de lo que se tiene o se desea tener inmediatamente. Lo poseído nos recuerda aquello que nos poseía, y nos guía en nuestro camino hacia lo que habíamos perdido. Lo carnal nos ayuda a recordar qué era aquello que habíamos perdido pues, en su extravío, hemos olvidado su verdadera esencia. Lo carnal ayuda a encontrar lo ideal y lo ideal es la punta de lanza de lo carnal.

La ironía tiene aquí cierta importancia, parecería ser entonces que todo contacto vital se hace, lo sepa uno o no, en razón de aquél amor primigenio que se ha perdido y que se va recordando a través de las relaciones carnales. Toda relación responde a un patrón en el que hallamos semejanzas con lo perdido.

La Última Thule, Islandia. ¿Cómo podría llegar todo eso hasta allí? Sólo nos queda comprobarlo. Hay dos canciones, dos bellísimas composiciones de un grupo islandés que responden a cada concepto de amor expuesto más arriba y que se unen en una potente novela de Thor Vilhjálmsson, como su nombre indica, también islandés.

La primera canción, “Viðrar vel til loftárása” del grupo “Sigur Rós”, la letra originalmente está en islandés pero la he buscado traducida para captar el mensaje de la canción, complementado perfectamente por el videoclip que el mismo grupo ha producido.

“Viðrar vel til loftárása” // Good weather for airstrikes

I Slide Forward
Through My Head
I Think Half Way
Backwards
See Myself Sing
The Anthem We Wrote Together
We Had A Dream
We Had Everything
We Rode To The End Of The World
We Rode Searching
Climbed Skyscrapers
Which Later Exploded
The Peace Was Gone
Balance Leaks Out
I Fall Down
Slide Forward
Through My Head
I Always Return To The Same Place
Total Silence
No Answer
(But) The Best Thing God Has Created
Is A New Day

Un buen clima para los ataques aéreos, el rayo de Zeus que cae sobre el andrógino y lo escinde en dos, sobre el andrógino que quería descubrir lo divino y es castigado a descubrir al otro, a descubrirse a sí mismo. Lo escindido que se busca en lo dado, aquí y ahora. Y en esa búsqueda en lo térreo quieren escribir un himno juntos y lo escriben con sus manos, encontrándose, recordando lo que habían sido. Uno se descubre en el otro, quita el polvo a lo aparente y bebe de lo que se revela a través de lo otro que, a fin de cuentas, no es sino él mismo. La realización en lo inmediato de este anhelo por desvelarse. Este descubrirse en el otro, encontrar en la relación con la alteridad el camino hacia lo perdido, ha querido ser controlado por todos los sistemas de poder; ya que es una peligrosa arma para los cimientos de lo estable, en el descubrirse en lo otro se desvela una moral, un hacer, que diverge normalmente de la tradición establecida. Es el caso, en el videoclip de la canción, del padre que se lanza a separar a los dos críos que se funden en su propio desvelo.

Es el turno de la siguiente canción, del mismo grupo, titulada “Glósóli”. El videoclip también es muy sugerente para acabar de entender lo que quiero decir:


“Glósóli” // Immortal

Now you awake
Everything seems different
I look around
But there's nothing at all

Out of shoes, I then find that
She is still in her pyjamas
Then found in a dream
I hang of (an) anticlimax

She is with the sun
And she is, here inside

But where are you...

Go on a journey
And roam the streets
Can't see the way out
And so use the stars
She sits for eternity
And then climbs out

Glowing sole, like she
So come out

I wake dream-ocean
My heart beat
Mixed up hair…

Madness with far-crazy
Witch is compulsory

And here you are...

I felt...

And here you are,
Glowing sole...

And here you are,
Glowing sole...

And here you are,
Glowing sole...

And here you are...

No encontrando paliación para nuestro corazón en lo terrenal, éste se lanza hacia lo que hay más allá del acantilado intentando alcanzar la verdadera unión con lo escindido, allá en el horizonte. Allí se encuentra el la luz solar, el verdadero amor que una vez perdimos y que no cesábamos de buscar entre las rocas y recovecos de la Tierra, cuando lo único que necesitábamos era correr hacia el abismo. El amor que nos hace inmortales que plasma nuestra existencia en la mutua unión en lo trascendente. Anhelo de inmortalidad, anhelo de trascendencia. No significa esto despreciar todo lo que uno va encontrando en su camino hacia el despeñadero, lo que trato de decir es que Platón nos incita a encontrar señas que nos indiquen el camino hacia la costa en nuestro caminar entre lo aparente, lo caduco y lo carnal.

La unión de lo sáfico y lo platónico en Islandia se da de la mano de la novela “Arde el musgo gris” de Thor Vilhjálmsson. Se narra allí la diatriba de un juez que debe juzgar a una pareja de hermanos acusados de incesto, de una pareja de humanos que se descubren entre sí mismos y que en su investigación conciben el fruto indeseado de sus encuentros nocturnos. El amor que profesan es sáfico, se realizan el uno entre el otro a través de sus encuentros pasionales, se introducen dentro de sí mismos aquí y ahora. Y, a su vez, su amor no es de este mundo, el ámbito del κοινόν así lo ha decidido. Su amor no es enteramente realizable entre las yermas estepas islandesas, ante la insidiosa mirada de sus coetáneos. El ἔρως que los mantiene vivos y cálidos entre la frialdad del norte, a su vez les impulsa a querer ser inmortales, a precipitarse al angosto mar y encontrarse en lo trascendente, en aquella verdadera realidad dónde la expresión jamás se verá sometida a la opinión. Lo sáfico y lo platónico. Trágico es el destino que les depara. Uno de ellos se enfrentará heroicamente al juicio, logrando asumir lo dado y esperando aquél premio de inmortalidad, aquél lugar donde retozar sin la acuciante mirada de sus vecinos. Otro, caerá irremediablemente ante la opinión del κοινόν y someterá su amor platónico al amor convencional de su comunidad.

El magistrado hacía todo lo posible por limitarse a lo que correspondía a su función. Nunca había visto a aquella mujer. Pero era como si la hubiera visto alguna vez, en algún lugar. ¿Dónde? Probablemente en ningún sitio. Pero había algo que le resultaba conocido en aquella altivez de mortal palidez. Algo que conocía, que sabía, que creía comprender de alguna forma; nunca antes la había visto.

¿Había sido en un sueño, había sido en la poesía? Era algo que él había intentado componer y que tal vez jamás había logrado concluir, hasta el instante en el que la ve en pie ante él y sabe que su poder no puede alcanzarla.

Jasón, piensa: Medea que se halla ante Jasón y toma venganza. Le devuelve el golpe. Venganza para la que jamás podrá haber compensación alguna, ha matado a sus propios hijos. ¿Por qué piensa en Medea en aquel relámpago cuando se encontraron sus ojos con los de ella, y se da cuenta de que su poder no podrá jamás alcanzar a aquella mujer?[1]

El amor de aquella mujer que está siendo juzgada, su confianza en el goce inmortal, en la unión trascendente con lo perdido en lo terrenal, le otorga un poder más allá de los límites humanos. Ya no importa morir, ya no importa ser juzgada. Sólo importa ella y su destino. Ella y la unión amorosa consigo misma, con él, en la inmortalidad; no importa a quién se tenga que llevar por delante. Ella se sabe en otra realidad, en la verdadera realidad. Su existencia ya no es de este mundo. A través de la carnalidad, del amor sáfico, ha descubierto la guía interna que seguían todos sus pasos, la realización del verdadero amor en lo trascendente. Más allá de la vida y de la muerte.



[1] Thor Vilhjálmsson, “Arde el musgo gris”, Nórdica Libros, Madrid, 2007, págs. 256 -257